Encaramado sobre un promontorio rodeado de campos de trigo, con Tudela a sus pies y el desierto de las Bardenas Reales al oeste, los 22 habitáculos de este hotel único son un remanso de paz y la propuesta hotelera más impactante de los últimos años en Navarra. Ya desde la entrada, donde muretes formados por cajas verduleras –las mismas que en los vergeles acomodan el fruto de la vega del Ebro-, una consigna queda clara: el protagonista es el paisaje. A ello contribuye la arquitectura, cubos minimalistas, cómodos y en constante...
diálogo con el exterior –árido, lunar, azotado por el cierzo- desde sus enormes ventanales de vidrio. Algunas de estos habitáculos poseen una bañera de hierro al aire libre a la sombra de un membrillo que, rodeada de guijarros de redondeadas formas, de ríos antiguos, invita a zambullirse mientras el pasmoso entorno se desdibuja en el horizonte crepuscular. Un hotel único que brinda una experiencia única.
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