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aquí todo el mundo es bien recibido. “Alojarse y vivir junto a la comunidad es una experiencia humano-religiosa, tanto para las personas que no son creyentes como para las que tienen su propia religión”, matiza con vehemencia el padre Paco, el hermano hostelero que se encarga de la gestión de la hospedería, quien apostilla: “Hay un romanticismo que fascina, el de la vida del monje y, sobre todo, el del silencio absoluto, algo que sólo logra una hospedería en clausura como ésta”. Cierto. Poder asistir a todos los oficios litúrgicos de los monjes si se desea (aviso para navegantes: si a las 05.15 decide cantar maitines, no olvide echar en su maleta una linterna para que no tenga que salvar la oscuridad impenetrable desde la hospedería hasta la basílica a tientas como el que suscribe) deambular por los mismos lugares por los que lo hacen los monjes, adentrarse en su antaño celebérrima biblioteca… Tampoco importa demasiado la voluntad con la que llegue a Poblet y, de estas últimas, las hay de todo tipo: para encontrarse a uno mismo, para estudiar una oposición, para disfrutar de un retiro espiritual o, sencillamente, del silencio y la paz de estos muros. Eso sí, hay una norma básica de respeto hacia la vida monástica de la comunidad. “Es una hospedería en la clausura de un monasterio, por lo que es muy importante que los huéspedes sepan respetar el ritmo de los monjes”, apostilla el padre hostelero. No es baladí. La treintena de monjes que viven en Poblet lo hacen siguiendo con estricta observancia la Regla de San Benito, cumpliendo los mismos códigos que durante siglos cumplieron sus predecesores y que el recién llegado no puede olvidar. Sin ir más lejos, los comensales que gusten de acompañar las comidas de una buena conversación deben saber que, cuando coman junto a los monjes en el refectorio, deberán hacerlo en el más riguroso de los silencios, sin mediar una palabra. Las 16 habitaciones que componen la hospedería intramuros son sobrias, con un mobiliario espartano -una cama, un armario y un escritorio- y un aseo, pero acogedoras y con un rosario de lujos impagables. Porque, ¿acaso no es un lujo disfrutar desde la ventana de la habitación de la Torre del Prior dibujándose en una magnífica puesta de sol? Una última, pero capital salvedad para alojarse aquí: la hospedería sólo acepta varones, una limitación de género que, gracias a la nueva hospedería mixta construida en el exterior del monasterio acerca tanto a hombres como a mujeres la experiencia de vivir a un paso de este monasterio legendario.
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